Una tarde llegó un mail a la redacción de HBA invitándonos a ver en youtube un video documental del francés Jean-Paul Jaud: se trataba de Nuestros hijos nos acusarán realizado con el apoyo del prestigioso Canal + y World Wildlife Fund (WWF) entre otros. El documental aborda una investigación de uno de los grandes temas invisibles contemporáneos: ¿qué contiene la comida que ingerimos? ¿cómo se cultivan los productos alimenticios y de qué manera afectan a nuestra salud? ¿qué nos venden? ¿qué compramos?
Auditorio de la sede de la UNESCO. París.
“Comenzaré haciéndoles algunas preguntas. Piensen en su familia y sus amigos: ¿Cuántos han tenido cáncer? Levanten la mano. ¿Cuántos, diabetes? Levanten la mano. ¿Problemas de infertilidad? Ahora quiero que aquellos que hayan levantado la mano al menos una vez, lo vuelvan a hacer. Miren a su alrededor: así nos damos cuenta del alto porcentaje de personas que, en el planeta, sufre enfermedades que la ciencia cree están relacionadas a factores ambientales”. Con estas palabras del norteamericano John Peterson Myers, investigador en ciencias de la salud del medio ambiente, abre el documental. Nuestros hijos… nos pone frente a una realidad que no podemos obviar una afirmación apabullante: “La actual generación de niños será la primera de la historia moderna que tendrá peor salud que sus padres. El hecho de que su alimentación desde que nacen esté expuesta a tóxicos, provoca enfermedades graves”, prosigue Myers.
Para muestra basta un botón
La peli relata la historia de una iniciativa de una madre en Barjac, un pueblo de Francia, que decide introducir la alimentación biológica –es decir, producida sin pesticidas, orgánica- al comedor de la escuela. Allí comienza una batalla contra una lógica que puede ser irreversible. El director delinea sin tapujos un panorama sobre la tragedia ambiental que azota a nuestra generación. En Francia, al igual que en todo el planeta, el envenenamiento que producen los agroquímicos –que en ese país alcanza 76.000 toneladas anuales- genera estragos sobre la salud humana. Entre los pasajes más impactantes del film, un diálogo entre un agricultor y el director de la pali.
Lean:
-Trabajé 10 años en la agricultura que se cultiva con agroquímicos-, cuenta un entrevistado.
-¿Y había cosas de la que producía que nunca comía?-, pregunta el director.
-Sin duda!-, afirma el hombre parado frente a una tierra sembrada.
Claro que Jean-Paul Jaud no se limita a revelar los desastres sino a elevar una propuesta de acción para que el día de mañana nuestros hijos no nos acusen.
300 SUSTANCIAS QUÍMICAS PER CÁPITA
Nuestros hijos… elige una perspectiva efectiva: cómo impactará el asunto en las nuevas generaciones. Qué efectos tendrá la comida que servimos en el plato de nuestros pibes. ¿Será como darles una panzada de pilas? ¿Ó una ración de pesticidas con forma de patita de pollo?
No sólo en las patitas de pollo, las salchichas y los jugos saborizados late el lado oscuro de la industria alimenticia. También en las frutas y las hojas de las verduras que crecen regadas de pesticidas. A eso se le suma la complicidad con la industria, la trampa de las etiquetas, la publicidad engañosa y el poder de las grandes empresas que fabrican esos alimentos y naturalizan que lo que comemos tenga de todo menos lo que pensamos que estamos comiendo.
Cada bebé llega a este planeta con más de 300 sustancias químicas artificiales incorporadas que no tienen por qué habitar su cuerpo.
La denuncia que, a través de fuentes y testimonios, realiza Nuestros hijos… es clara: “La infancia esta en peligro. El problema no son las evidencias, las pruebas existen. Pero falta la voluntad política para lograr un cambio”.
Así, tras haber visto este demoledor documental francés que concluye con el testimonio de la madre de un chiquito que contrajo leucemia, a todas luces, como resultado de la ingesta de alimentos contaminados, salimos a buscar qué pasa por nuestras latitudes con este tema.
Llamamos al Dr en Biología Raúl Montenegro, presidente de la Fundación para la defensa del Ambiente (FUNAM) y Premio Nobel Alternativo, y esto nos cuenta:
“En Argentina se unieron la codicia sojera, el uso irracional de plaguicidas, las corporaciones que los venden y la ausencia crónica del Estado para transformarnos en animalitos de laboratorio. Somos un experimento perverso. Plaguicidas –glifosato, endosulfán y 2,4 D- se aplican a mansalva, con aviones y máquinas mosquito, incluso cerca de hogares que tienen sus ventanas abiertas. En la mayor parte del país se pulverizan los cultivos y la gente. Pero esos plaguicidas llegan además a la mesa de los consumidores porque los mercados concentradores no controlan, y las industrias alimenticias tampoco”.
“Y hay tres agravantes. El primero es que los plaguicidas son cócteles de sustancias químicas, no solamente un principio activo. También varía su composición en los propios envases, en el suelo y el agua. El iso-malatión, un derivado del plaguicida fosforado malatión, es 6 veces más tóxico. Pero los envases no dicen nada, y los Gobiernos miran para otro lado”.
“En segundo lugar, nuestra legislación nos protege de las dosis letales (que matan por intoxicación aguda) pero nos deja indefensos ante pequeñas dosis que rompen el sistema hormonal y disminuyen nuestras defensas. La mayoría de los agrónomos que en algunas provincias hacen las recetas fitosanitarias no han sido capacitados para protegernos de la disrupción endocrina”.
“En tercer lugar, los plaguicidas actuales se agregan a los depósitos de plaguicidas antiguos que todos tenemos en nuestros organismos. Una abuela transfirió a su hija DDT y otros plaguicidas por vía transplacentaria y lactancia, y su hija transfirió parte a sus propios hijos”.
Epidemia silenciosa
“Como en Argentina no tenemos un registro obligatorio de enfermedades, el experimento abierto cierra bien para sojeros, arroceros, algodoneros y corporaciones. Mientras aumentan los desmontes, las superficies sembradas con transgénicos y el uso de plaguicidas, crece también la epidemia de afectados por plaguicidas. Pero al no haber registros, esa epidemia es tan silenciosa como letal”.
“La lucha contra los plaguicidas y las corporaciones cae a veces en una trampa. Mientras se castiga por Internet a Monsanto o Bayer (que ni se enteran del castigo) quedan sin control social los organismos clave: la CONABIA, que autoriza los cultivos transgénicos, y el SENASA, que autoriza los plaguicidas. Hay que decirlo con todas las letras: en Argentina la agricultura industrial y los plaguicidas han criado un experimento abierto donde las enormes ganancias tienen un precio atroz y silencioso: la pérdida de la salud, la pérdida de vidas, humanas y la pérdida de ecosistemas vitales para sobrevivir”.
Dr Raúl Montenegro, presidente de la FUNAM
¿NUESTROS NIÑOS NOS ACUSARÁN?
“Los niños son más sensibles a los plaguicidas porque tienen, en relación a su peso, una mayor superficie expuesta y consumen más líquidos y alimentos que los adultos. El feto puede además ser contaminado por la madre a través de la placenta y el bebé durante el amamantamiento. En el caso de los plaguicidas organoclorados varios son disruptores endocrinos y pueden, por lo tanto, alterar niños. Muchos plaguicidas pueden afectar el sistema inmune, reduciendo la resistencia de los bebés y niños pequeños a infecciones virales y bacterianas”.
Dr Andrés Carrasco, director de Embriología Molecular, CONICET
EL ESTADO AUSENTE
“El uso de agrotóxicos está llevando a que haya 20 millones de hectáreas contaminadas con casi 200 millones de litros de glifosato, y ningún tipo de control. Hay ausencia del Estado, porque no se realizan relevamientos para constatar los efectos de agroquímicos en la salud y el medio ambiente”, dijo el autor de una controvertida investigación de 2009. “Nada justifica el silencio cuando se trata de la salud pública”.
REDES, MERCADOS Y FERIAS
¿QUIÉN DIJO QUE TODO ESTÁ PERDIDO?
Como consumidores podemos elegir qué productos consumir y al igual que en el documental podemos introducir nuevas y más saludables prácticas de consumo. Aquí una lista de opciones de productos alternativos, cultivados sin tanto pesticida nocivo.
Iriarte Verde
Entregan a domicilio.
Canastos chicos y grandes de verduras orgánicas.
Tel: 4301 9710
Cooperativa de Trabajadores Rurales
Huevos de campo, queso de campo, dulce de leche casero, berenjena en escabeche, pan casero.
Rivadavia e Uturralde, San Vicente.
Tel: 15- 5 6601661
REDES+DISTRIBUIDORAS
Entregan productos de la economía social, tienen buenos precios y productos de excelencia. Las entregas se realizan a domicilio y están organizadas por barrios en días determinados.
Puente del Sur
Tel: 4450 7730
Red Tacurú
MERCADITOS Y FERIAS
El Galpón
Federico Lacroze 4171 (callejón al fondo)
Miércoles: 9 a 14hs y sábados: 9 a 18 hs.
Casa Campesina
Yerba Mate y otros productos alimenticios.
Bulnes 14
Tel: 4867 4098
Tendiendo Puentes
Calle 21 Nª 1010 – La Plata
Tel: (0221) 4531467
Red Argentina de Comercio Comunitario
Av. De Lamadrid 1600 – Quilmes
Tel: 4251 1974
Feria del Encuentro
Primer sábado del mes, de 11 a 18 hs.
Plaza Giordano Bruno.
Neuquén y Honorio Pueyrredón.
Mercado Social Solidario
Bonpland 1660
Palermo Viejo.
Sábados desde las 11 hs.
INFORME HBA: AGROQUÍMICOS, ALIMENTOS Y SALUD.
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